jueves, 1 de diciembre de 2011

Fundados sobre roca firme



No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!...
Dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa  sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente».

Mateo 7, 21.24-27

Nuestra boca el la vida de cada día está lena de deseos de felicidad, de plenitud, de satisfacer todas las necesidades. Sean materiales o espirituales.
Nuestra sociedad nos promete la felicidad por muchos caminos. La belleza, la juventud para siempre, el dinero fácil...

Si nos detenemos un poco y ponemos nuestra mirada atenta;si leemos el paso de  los días,  los meses, los años, nos termina por demostrar que todo ello no es más que pura mentira , engaños, apariencia   de felicidad. Cuando nosotros nos dejamos mover por eso que nos promete la sociedad estamos contruyendo nuestra casa sobre arena.

Jesús nos invita a contruir la vida sobre roca firme. Nos invita a contruir a partir   de su Palabra. Si estamos arraigados en su Palabra, puedes venir las mayores tempestades que nuestra vida no se vendrá abajo.

Seremos buenos arquitectos si en el proyecto de nuestra vida volvemos continuamente nuestra mirada hacia él y hacia su Palabra, y nos preguntamos cuál es su proyecto de vida, cuál es su voluntad, manifestada en Cristo Jesús, y obramos en consecuencia.
¿Cómo estamos construyendo el edificio de nuestra persona, de nuestro futuro?
¡Es tan fácil, Señor, contruir
la vida sobre arena...!
Muchos lo hacen,
¡Me prometen tanto y sin esfuerzo...!
Yo te pido, Dios de la esperanza,
que hagas mi corazón más exigente,
para no sentirme contento con
una felicidad engañosa;
transforma mi corazón más atento,
para no confundir tu Palbra que
da vida con las palabras vacias
de los vendedores de sueños.