lunes, 27 de junio de 2011


Mateo 8,18-22

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla.
Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»
Otro, que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.»
Jesús le replicó: «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.»
 

¿Qué significa seguir a Jesús? No es fácil responder cuando lo que se intenta es dar una respuesta desde la vida.
Desde la teoría es fácil, muy sencillo, pero cuando toca poner en práctica no es tan sencillo. 
Seguir a Jesús supone renuncias, dejar algo para coger otra cosa.  Hoy es difícil renunciar a las seguridades, a los placeres de  la vida cómoda. Vivir para los demás como vivió Jesús no es fácil.  Lo queremos tener todo y que nadie nos complique la vida y nos cambie los planes.
La vida se va construyendo día a día, leyendo los acontecimientos y respondiendo a lo que él nos pide.  Los planes se cambiarán muchas veces para responder a su llamada.



Jesús,
Tú sigues llamándome a seguirte.
Sé que me cuesta y que muchas veces
soy muy inconstante.
Ayúdame a ser generoso
a no déjame llevar por lo fácil y sencillo.




jueves, 23 de junio de 2011


Mateo 7,21-29
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?” Yo entonces les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.” El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.



El evangelio sigue siendo un interrogante para nuestra vida.  La pregunta que nos invita a hacernos es la siguiente: ¿Desde donde vivo yo?  Vivo desde la apariencia, desde el buscar el que se fijen en mí, en el aparentar ser el mejor,...o vivo desde Él, desde lo profundo de mi corazón sin importante nada más que cumplir su voluntad. Esto puede suponer luchar, contrariedades, incomprensiones…
Hemos  hecho, hemos hechos…. “Nunca os he conocido”. Vivir la vida desde Él, convencido de que Él es el que marca los pasos del corazón, de que Él nos dice en cada momento lo que tenemos que vivir y hacer.  
En la medida que vivamos desde ahí estaremos construyendo la casa sobre roca. La dificultades no nos harán temblar porque sabemos de quien nos hemos fiado.
¿Qué actitudes tengo que cuidar en mi vida para construir la casa sobre roca firme?  La oración, la vida interior, el encuentro, el perdón, la humildad…

Jesús.
Muchas veces vivo la vida
creyendo que soy el mejor;
los demás reconocen mi trabajo
y me siento orgulloso.
Al leer tu palabra
y dejar que resuene en mi corazón
me doy cuenta de que me falta
mucho por hacer y vivir.
Ayúdame, Jesús,
a construir la casa sobre roca,
a poner toda mi confianza en ti.


miércoles, 22 de junio de 2011


Mateo 7,15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.



La palabra de hoy, nos puede llevar a caer en la tentación de ver lo que otros hacen y dejan de hacer.
Dejemos esta tentación y preguntémonos por lo que vivimos personalmente.
La pregunta: ¿qué frutos doy yo? ¿soy sincero con el tipo de vida que llevo o por el contrario, vivo una doble vida? Digo una cosa y hago otra.
La palabra me invita a mirar a mi interior. A descubrir las intenciones y los deseos desde los que me muevo y actúo.
Lo mismo que percibo de los demás, eso perciben de mi mismo. 



Jesús
Tú conoces mejor que nadie
lo que hay en mi interior
Conoces mis intenciones,
mis errores, mi caída.
Ayúdame a ser sincero
conmigo mismo y con los demás.
A dejar que  seas tú,
 el único motor de la vida.
Que sepa cortar de mi vida
todo lo que me aparta de ti.

martes, 21 de junio de 2011


Mateo 7,6.12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»


El texto del evangelio de hoy, nos puede parece contradictorio con los que nosotros vivimos en el día a día. 
Si nos fijamos en la última parte, nos damos cuenta que nosotros buscamos siempre lo más fácil, lo más cómodo, aquello que no nos complica.  Y Jesús, hoy nos dice que este camino nos lleva a la predicción.  En otras palabras, por ese camino no encontramos la felicidad. En el primer momento nos podemos sentir bien, pero a la larga nos deja vacios y sin sentido. Pensemos en esas relaciones interesadas, en ese hacer algo por otros para que ellos nos complazcan.  Al principio puede funcionar…a la larga todo se cruza. ¿cómo actúo yo con aquel que se relaciona por interés? A la larga no quiero saber nada.
Hay una frase que desde hace tiempo resuena en mi corazón. Sólo lo que exige vincula. Y la exigencia es compromiso, es sacrificio, es dedicar tiempo. Hoy no tenemos tiempo para nada. Mejor dicho solo tenemos tiempo para nosotros.
¿Puede ser posibles, o mejor real, que ese camino de la puerta estrecha es el que nos lleva a la felicidad? ¿Estoy dispuesto a sacrificarme, a buscar el bien común? o por el contrario ¿buscar solo mi interés?



Jesús
Abre mis ojos
para que sepan mirar
como tú miras la realidad.
Abre mi corazón
para que sienta
 como tú sientes.
Y abre mis manos
para trabajar por un mundo
 más justo y solidario.
Que en cada momento
sepa da a los demás
lo que tú quiere de mí.
No buscando mi interés,
mis gustos,
sino buscando hacer tu voluntad.






lunes, 20 de junio de 2011


Mateo 7,1-5
 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»
 

El texto del evangelio de hoy nos cuestiona nuestra forma de vivir, sobre todo nuestro estilo de hablar.
Cuando uno se mueve de un lugar a otro y escucha de que habla la gente, se puede percibir distinto tipos de conversaciones y distintos comentarios sobre las personas. Unos critican, otros buscan soluciones y otros hablan de sus proyectos, ilusiones, de todo lo que acontece en su corazón…
La mayor parte del tiempo nos lo pasamos hablando de los otros. Es más sencillo, no nos implica y quedamos intacto.  Los malos, los que meten la pata, los que se equivocan son los otros.
La palabra de hoy,  nos invita a entrar dentro de nosotros y descubrir las imperfecciones que vemos en los demás dentro de nosotros mismos.  Y no solo a mirar, sino a trabajar para ir limando todo aquello que hay de negativo en nosotros.
Pero hoy en día ¿hay algo negativo? El mundo se nueve en la indignación, todo nos parece mal, se tiene que cambiar muchas cosas, nos quejamos de todo lo malo que hay en nuestro mundo.
Nos podríamos preguntar. ¿Y yo que tengo que cambiar de mi mismo? ¿Qué es lo que hay en mi persona que no favorece un mundo más justo y solidario? ¿No participo yo también del sistema, de aquello que me viene bien, pisando a los otros para ser yo más que los demás?
Entremos hoy dentro de nosotros y descubramos lo que e el Padre nos invita a transforma de nuestra vida. 





Jesús,
gracias por tu palabra.
Tú me invita a mirar la realidad con otros ojos.
A descubrir cuáles son mis imperfecciones
Y a  trabajar por cambiar.
Solo en la medida que sea capaz de cambiar,
podre ayudar a otros a vivir de otra manera.
Ayúdame Jesús a descubrir mis deficiencias
y a trabajar por cambiar.


domingo, 12 de junio de 2011


Juan 20,19-23



Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»



El texto de hoy nos presenta el cambio que experimentan los discípulos.  Están en casa con las puertas cerradas y con miedo.
Nosotros nos podríamos preguntar. ¿Cuándo tenemos el corazón cerrado y no queremos saber  nada? ¿Cuándo nuestro corazón está inundado de miedo?
La presencia de Jesús cambia su vida y la forma de ver la realidad. Lo que les paralizaba desaparece y el espíritu inunda toda su vida.
Jesús les da poder para seguir anunciando la buena noticia, para seguir construyendo un mundo más justos y solidario.
¿Quiero que Jesús sea el centro de mi vida? ¿Quiero que el transforme todo mi ser?



Espíritu Santo,
Espíritu de Jesús,
alienta nuestras fuerzas,
sostennos en las dificultades,
ayúdanos a discernir...
que los conflictos
no nos inmovilicen,
¡hay que seguir andando
en la Causa de Jesús!
Enséñanos,
a vivir tras los pasos de Jesús.
Muéstranos
cómo hacer hoy presente
los valores y opciones
del Reino de Jesús.

miércoles, 8 de junio de 2011


Juan 17,11b-19

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»


Jesús le pide al Padre por sus discípulos, por los que me has dado: para que no se pierdan, sean uno, tengan alegría, sean preservados del mal y santificados en la verdad. Fortalecidos por estos dones del Padre, podrán ser enviados. Por eso, el fragmento testamentario de hoy termina con un envío: Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Mientras medito estas palabras, pienso si nuestros “envíos” de hoy van acompañados por los dones que Jesús pide al Padre; es decir, por la unidad, por la alegría, por la verdad. ¿No os parece que nuestras acciones individualistas, tristes y de mera apariencia están llamadas al fracaso? ¿Nos ha cogido la palabra el corazón para hacer nuevas todas las cosas?



Ser discípulo es construir comunidad de seguidores.
El camino del Reino se hace unidos;
no en solitaria, liberal y egoísta relación con Dios
sin los hermanos.
La comunidad se hace
en el camino,
se nutre del compromiso
y la práctica de todos,
se fortalece
en la oración compartida
y en la búsqueda incesante
de la palabra de Dios
aplicada a nuestros días.

lunes, 6 de junio de 2011


Juan 16,29-33

En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios.»
Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo.»

 

La gran dificultad con que nos encontramos hoy, es hacer comprensible la buena noticia de Jesús a todos. ¿Por qué el corazón de la personas está tan cerrado?
La forma de transmitir solo tiene una forma. La propia vida. Lo que utilizó Jesús. Jesús no solo no habló, sino que eso que decía lo vivía en su propia carne. En el lenguaje de los sentimientos esto llega a lo más profundo de nuestro ser. El verdadero testimonio cala en nuestro ser.
A los discípulos les pasó así.
Nosotros muchas veces vamos dando lecciones, imponiendo ideas, que muchas veces es lo contario de lo que vivimos. El dios en el que creemos no es el verdadero Dios que cambia el corazón. Es el dios de las ideas, de aparentar, del sentirme seguro… El verdadero DIOS cambia el CORAZÓN. ¿Quiero que Dios cambie mi corazón? ¿Quiero que Dios sea en verdadero centro de  mi vida?
Cuando Él sea el centro, nuestra vida en las dificultades estará en paz.



Jesús,
  Nuestro corazón está lleno de deseos,
  que muchas veces no sabemos cómo llenar.
  Tú, hoy nos invita  volver
  Nuestra vida hacia ti.
  A confiar en tu palabra,
  pero sobre todo
  en tu persona
que es dadora de vida.

sábado, 4 de junio de 2011


Juan 16,23b-28



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre.»

 

Hay muchísimas personas para quienes su oración se reduce prácticamente a la oración de petición. En todas las religiones se acude a la divinidad para pedirle cosas. Las personas por naturaleza tendemos a exigir, a pedir a mendigar.

Hay muchos que tienen serios problemas con la oración de petición por lo inútil que les resulta. Entre ellos, hay quienes se preguntan con escepticismo si son atendidas sus necesidades por Alguien y se responden que solo se topan con aire al pedir... Otros ponen en cuarentena lo que les enseñaron acerca del Dios bueno y todopoderoso: Si es poderoso, no es bueno porque no atiende las necesidades reales de sus hijos y permite tantas calamidades injustas. Si es bueno, no es todopoderoso porque no las resuelve. Unos y otros terminan no sólo dejando de elevar sus peticiones a Dios, sino preguntándose qué sentido tiene esa insistencia tozuda de Jesús de que pidamos al Padre tal como se propone no solo en el evangelio de hoy sino en otros muchos más.

¿Respondería Jesús a estas críticas reservas? Tendríamos que preguntárselo hoy directamente a Él y permitirle un espacio de escucha para ver qué nos dice y tratar de entenderle. ¿Nos dirá acaso que Dios usa la pedagogía del “no” ante ciertas peticiones-chantaje que esconden un fondo inconfesable de egoísmo y un flagrante intento de manipulación del Dios insobornable? ¿Nos dirá que no sabemos pedir lo que nos conviene y que no acertamos a elegir los remedios más adecuados a nuestras necesidades y que, por tanto, lo mejor que podemos hacer es dejarnos llevar? ¿Nos dirá que cuando Dios niega o retrasa su intervención nos está educando para desear correctamente?
La voluntad de Dios se identifica con Cristo. Si nos identificamos con Él y pedimos en su nombre, tiene lugar algo maravilloso: la coincidencia en la verdad. Y esa oración siempre será escuchada, porque convierte nuestro corazón para que nunca se nos ocurra intentar convertir el de Dios.
La realidad de pedir pasa por salir de nosotros mismos y pensar en los demás. Jesús cuando pide al Padre no pide para él; pide para todos, para que en el mundo se cumpla su voluntad.



Enséñanos a orar, Señor,
para encontrar tu rostro.
Invítanos al silencio,
para escuchar tu voz.
Aclara nuestra mirada,
para descubrir tus signos.
Danos valor y decisión
para aceptar lo que debemos cambiar.
Ayúdanos a discernir lo que realmente
importa: seguir tus pasos.
Enséñanos a comprometernos
activos, dispuestos, alegres,
en la construcción del Reino.

jueves, 2 de junio de 2011



Juan 16,16-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver.»
Comentaron entonces algunos discípulos: «¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?»
Y se preguntaban: «¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice.»
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.»

 

En el evangelio de hoy Jesús parece jugar con el concepto de tiempo: “dentro de poco…”, “poco más tarde…”. Nosotros, como los discípulos, nos preguntamos también qué quiere decir ese “poco”. Porque hay un tiempo largo y un tiempo corto. No es el mismo tiempo el que mide el reloj y el que percibe nuestra psicología. El tiempo de vacaciones suele ser más corto que el transcurrido en el hospital. En la vida de cada uno de nosotros los tiempos de “pasión” se hacen mucho más largos que los de “pascua”. No contamos con una medida universal que compute con exactitud los adjetivos temporales “corto” y “largo”.
¿Qué respuesta da Jesús la pregunta de los suyos sobre el devenir temporal? Su respuesta se reduce sencilla y llanamente a una promesa: “Vuestra tristeza se convertirá en alegría”. El presente de amargura y desconsuelo de ahora desembocará en un futuro feliz y pleno.
Jesús nos invita en este evangelio a mirar más allá para vivir con sentido el más acá. Ello nos da fuerza para entender, resistir y afrontar los tiempos recios de las pruebas de la fe: la contradicción generalizada, el sinsentido pasajero, las derrotas parciales, los fracasos aparentes,…


Espíritu Santo,
Espíritu de Jesús,
alienta nuestras fuerzas,
sosténnos en las dificultades,
ayúdanos a discernir...
que los conflictos
no nos inmovilicen,
¡hay que seguir andando
en la Causa de Jesús!
Enséñanos,
a vivir tras los pasos de Jesús.
Muéstranos
cómo hacer hoy presente
los valores y opciones
del Reino de Jesús.