miércoles, 30 de noviembre de 2011

Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron

En aquel tiempo, paseando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:

- «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron.
Y, pasando


 adelante, vio


 a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y le siguieron.
Mateo 4, 18-22

 Al leer el evangelio de hoy, nos podemos hacer una pregunta:  ¿Dónde descubro en mi vida a Jesús?
Jesús está ahí.  Pasa por nuestras vidas. Por mis estudios, mi trabajo, mis sentimientos, mis proyectos...
Jesús va paseando y pasa por mi vida y me llama. Toma la iniciativa, se fija en mi.
El nos mira y ve más allá de lo que somos, ve en nosotros aquello a lo que estamos llamados a ser.
¿Qué proyecto tiene pensando Jesús para mi? ¿A qué me invita? ¿Qué es lo que tengo que dejar en mi vida?
Jesús nos está invitando a una vida con sentido. A vivir desde ese amor gratuito que derrama en cada uno. A vivir la vida desde la gratuidad. Mi vida es un regalo. ¿Qué hago con ella?
Pero nos cuesta salir de las rutinas, de las pequeñas seguridades a las que estamos acostumbrados.
Jesús me invita a vivir una aventura. A seguir sus caminos. Esto supone dejar cosas, por algo mejor, por algo que llena la vida de plenitud.
El nos ofrece una seguridad. Seguirle a él es encontrar más de lo que dejamos. ¿Me lo creo?
Gracias, Señor, por llamarme.
Por asegurarme que soy capaz de más y mejor.
Por querer pasar tu tiempo conmigo.
Por emplear tu paciencia para hacerme crecer.
Protege mi corazón que te quiere responder "Si".
Fortalece mis pasos que te quieren seguir.