domingo, 4 de diciembre de 2011

Tiempo para cambiar el rumbo


Juan anuncia un tiempo de conversión
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido con una piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre, y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero El os bautizará con Espíritu Santo»
Marcos 1, 1-8
En la sociedad en la que vivimos son muchos los mensajeros que se nos transmite distintos mensajes .  ¿Qué es lo que pretenden? ¿Es lo mejor para nosotros? ¿Nos proponen un camino de felicidad plena? o ¿simplemente intenta engañarnos para conseguir sus objetivos?

Nuestro Dios, es un Padre que piensa en cada uno de nosotros.  Y se nos ofrece , se nos da en su hijo.
Pero para acoger  esta buena noticia , esta gran esperanza tenemos que prepararnos.  Tenemos que abrir las manos y el corazón.  Y dejar de lado, abandonar aquello que nos ata, que no nos deja crecer.
Dos cosas se nos piden:
1) confesar nuestro pecado.  En la sociedad de hoy en día no tenemos conciencia de pecado.  Sólo evitamos aquello por lo que nos puede juzgar  e imponer una sanción. En lo demás, mientras nadie se enteré, .. damos rienda suelta a nuestra conciencia.  Hoy me invito y os invito a pensar en todas esas actitudes, pensamientos, deseos que nos alejan de nosotros mismos, de los demás y de Dios.   ¿con qué grado de libertad vivo mis relaciones?  Confesar en ponerse ante mi mismo, ante los demás y ante Dios como soy. Con mis defectos y mi cualidades. A vivir desde lo que soy y no desde lo que otros puede esperar de mi.
2) Bautizarmos. Lavarnos con el agua, símbolo de purificación.  Mirarnos con ojos nuevos, que solo ven las posibilidades que nos ofrece al  acoger el amor de Dios que todo lo perdona a partir de nuestro reconocimiento.

Este Adviento es una buena ocasión para cambiar de rumbo, para dejar de lado el pecado, los pequeños y grandes odios, todo aquello que nos impide acoger al Jesús que llega. Todo aquello que impide que el amor  del Padre llene  el corazón.

Señor, tu eres
como agua fresca.
tu sacias la sed de felicidad
que tengo.
Tú limpias mi vida de todo mal.
me acerco a ti, arrepentido
y reconozco mi pecado, mi egoísmo.
confió mi vida a tu bondad
y a tu perdón.