lunes, 12 de diciembre de 2011

En aquel tiempo, Jesús fue al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:

- «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».

Jesús les replicó:

- «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?».

Ellos se pusieron a deliberar:

- «Si decimos “del cielo”, nos dirá “¿por qué no le habéis creído?”. Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».

Y respondieron a Jesús:

- «No sabemos».

Él, por su parte, les dijo:

- «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Mateo 21, 23-27


Cuando en la vida no queremos asumir algo, aceptarlo buscamos todas las estrategias posibles para evitar y asumir lo que nos viene.
Una estrategia que podemos utilizar es preguntar. A los personas de nuestro texto les salio mal. Jesús les respondió con la misma moneda. Otra pregunta. A la cual no respondieron porque sabían perfectamente la respuesta, tanto en un sentido como en el otro.
Jesús con su vida da siempre una respuesta a las preguntas que se plantean. Se da a conocer por respuestas claras.
El problema antes las preguntas está en la relación que establecemos con Jesús.
Una relación auténtica con Jesús nos trae respuestas auténticas. Sólo un diálogo sincero, franco , verdadero, confiando el Él renueva nuestra vida.  Lo demás es perdida de  tiempo.  Los sumos sacerdotes se acerca con una intención que no es transparente, abierta. .. Jesús se da cuenta. Conoce nuestro corazón y nuestras intenciones.

Enséñame a estar contigo.
Ayúdame a hablar contigo.
Hazme entender
lo que quieres de mi.
Déjame eschucharte.
Yo sé que tú lo harás
porque me amas.
Me pides una sola condición:
que mi corazón esté
abierto y libre paa ti.