domingo, 11 de diciembre de 2011

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?". El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías". "¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió. Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?". Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: "¿



Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?". Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia". Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.

 
Juan, 1, 6-8. 19-28

El evangelio de hoy nos invita a mirar a nuestro interior y darnos cuenta de nuestra fragilidad. A reconocer que muchas veces buscamos la luz en tantas luces que nos ofrece nuestra sociedad que son simplemente un engaño.
Al mirar a nuestro interior también podemos descubrir las veces que somos luz para los demás. Cuando ofrecemos un abrazo, cuando decimos unas palabras de animo. Cuando extendemos la mano para levantar al caído. Cuando hacemos esto con otros, o nos lo hace a nosotros. Surge una expresión: "Tú tienes algo especial".
En esos momentos somos reflejo de la luz que viene de Dios. Esa luz que Cristo.  Con esa luz somos capaces da dar un nuevo color a nuestro mundo, hacer posible que la alegría lo invada todo.
Ven, Señor,
a traer  tu luz a mi  noche.
disipa las sombras, aparta el mal.
Enséñame a ver la vida con tu luz.
enseña a mis manos a ser generosas.
Enseñame a decir palabras
de aliento  y de esperanza.
Hazme testimonio
de tu luz y tu verdad.