martes, 26 de abril de 2011

Maestro


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da


media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú

te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»



El texto nos presenta a una mujer, locamente enamorada de Jesús. Ella desea verlo, sentirlo, tocarlo.  Cuando reconoce le abraza, le hace suyo.
¿Cómo es mi relación con Jesús? Deseo verle, tocar, estar con él… dejar que él cambie mi vida.
La sorpresa es que no estaba allí y no sabía donde lo había puesto.
En el momento que Jesús pronuncia su nombre: “María”. Le reconoce y su corazón experimenta un cambio. Se llena de alegría.
Dejemos que el Maestro pronuncie nuestro nombre. Que su llamada resuene en nuestro corazón.  Él nos invita a ir a nuestros hermanos.
¿Quién necesita de mi hoy? ¿Cómo vivir el día abierto a las necesidades de mis hermanos?



Jesús,
Tú hoy vuelve a pronunciar mi nombre,
vuelve a pronunciarlo para que te reconozca.
Para descubrir el amor
que tú has puesto en mi corazón.
Ayúdame a responde a esa llamada,
a saberte reconocerte a ti
a implicar mi vida en la relaciones
con mis hermanos.