lunes, 4 de abril de 2011

Ceer en tu Palabra.


Juan 4,43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en su propia patria.» Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo: «Como no veáis signos y prodigios, no creéis.»
El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño.»
Jesús le contesta: «Anda, tu hijo está curado.»
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría.
Y le contestaron: «Hoy a la una lo dejó la fiebre.»
El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado.» Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Este hombre tiene al hijo a las puertas de la muerte. Y pide ayuda a Jesús. No exige pruebas; se limita a pedirle ayuda. Y confiando en la palabra de Jesús, vuelve a su casa, con la esperanza de encontrar a su hijo curado. La fe de este hombre permite confirmar tu fe. ¿Crees que la palabra de Jesús es eficaz, que hace lo que dice? No es como otras palabras (palabras que lleva el viento). Es fuerza poderosa que crea y transforma la realidad. Es palabra de Dios. ¿Crees?

Jesús,
ayúdame a confiar en ti
y en tu Palabra poderosa.
Ayúdame a leer mi vida
a la luz de tu Palabra.
Ahí encontraré las señales de tu bondad.
Ahí encontraré pistas para mi camino.