miércoles, 22 de junio de 2011


Mateo 7,15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.



La palabra de hoy, nos puede llevar a caer en la tentación de ver lo que otros hacen y dejan de hacer.
Dejemos esta tentación y preguntémonos por lo que vivimos personalmente.
La pregunta: ¿qué frutos doy yo? ¿soy sincero con el tipo de vida que llevo o por el contrario, vivo una doble vida? Digo una cosa y hago otra.
La palabra me invita a mirar a mi interior. A descubrir las intenciones y los deseos desde los que me muevo y actúo.
Lo mismo que percibo de los demás, eso perciben de mi mismo. 



Jesús
Tú conoces mejor que nadie
lo que hay en mi interior
Conoces mis intenciones,
mis errores, mi caída.
Ayúdame a ser sincero
conmigo mismo y con los demás.
A dejar que  seas tú,
 el único motor de la vida.
Que sepa cortar de mi vida
todo lo que me aparta de ti.