sábado, 3 de septiembre de 2011

Enséñanos a mirar para saber elegir


Día 3 de septiembre

Lucas 6,1-5


Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano.


Unos fariseos les preguntaron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»
Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.»


Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»



Enséñanos a mirar para saber elegir

¡Qué importante es saber mirar! Nuestra mirada siempre es selectiva. No tenemos capacidad para verlo todo en toda su verdad. Es imposible. Así que, lo sepamos o no, nuestros sentidos eligen e interpretan la realidad. El texto de hoy es un ejemplo claro. Tanto los fariseos como Jesús y sus discípulos eran judíos. Ambos conocían la Ley y el Sábado. Ambos buscaban a Dios y querían ser fieles. Ambos habrían leído muchas veces aquello que hizo David cuando sus hombres sintieron hambre. Pero cada uno lo interpretó de una manera bien distinta. Una vez más, la preocupación humana por la letra pequeña, los legalismos, el cumplimiento estrecho. Y una vez más Jesús empeñado en abrirnos la mente, la mirada y el corazón; en ampliarnos la perspectiva, el “zoom” de nuestra vida.

Jesús nos invita a discernir en cada momento qué es lo fundamental y qué queda por detrás. El hombre es señor del sábado. Y un ser humano hambriento está por encima de un precepto religioso. ¿Nos lo creemos? Porque, por desgracia, dos mil años después, sigue habiendo preceptos y sigue habiendo mucha hambre.

El texto nos invita a míranos hacia dentro y descubrir que es importante y que no lo es y deja que la mirada de Jesús nos envuelva todo nuestro ser.

La sociedad en la que vivimos esta falta de valores. Todo vale, todo se puede justificar, todo está bien.  No pensamos en causas justas, ni en proyectos que merezcan la pena. La actividad de comer espigas de los discípulos seguro que tenía una razón más fuerte que el hecho en sí. Para un bien mayor.