martes, 18 de octubre de 2011

Lucas (10,1-9):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.

Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."»

 

Hoy el texto me invita a sentir la mirada de Jesús sobre mi vida que me invita a  ir a todos los pueblos. Jesús me designa, me llama.
¿Por qué me llama a mí? ¿Qué es lo que quieres de mí?
Jesús quiere que con mi vida, mis actitudes, mi forma de estar en el mundo lleve a todos ese mensaje de paz.  “Paz a esta casa” Allí donde haya personas con el corazón abierto, personas dispuestas a recibir ese mensaje. Allí acampará.
¿Está mi corazón preparado para transmitir esa paz? ¿Cómo está? 
Jesús  cuando me envía me dice que vaya sin nada. Mi talega, ni alforja, si sandalias… ¿qué es lo que impide en mi  vida ser transmisor de su paz, de ese sentido pleno de la vida?
Hay muchas cosas de las que tengo que desapegarme. Dejar mi corazón en disposición para él.
Jesús que en el día de hoy deje espacio en mi vida a ti. Me deja mirar y sienta esa llamada para ser constructor de tu reino.